Valoración de empresas en tiempos revueltos

Desde siempre, valorar cualquier bien y/o servicio ha sido fundamental para todas las culturas y civilizaciones. Y desde hace mucho tiempo se han desarrollado métodos de valoración que intentan ser lo más exactos posibles.

Sin embargo, la valoración de una empresa, por su propia naturaleza, no puede contemplarse como el resultado de la aplicación de una ciencia exacta, y las conclusiones a que se llega son, en parte, subjetivas y dependen del juicio individual. Por consiguiente, está generalmente asumido el hecho de que no existe una fórmula estándar de valoración que sea indiscutible.

La valoración de una empresa se define como el proceso mediante el cual se busca la cuantificación de los elementos que constituyen el patrimonio de la misma, su actividad, su potencial futuro, su fondo de comercio (el famoso goodwill) o cualquier otra característica empresarial susceptible de valoración.

De esta manera, aunque existen varios métodos y criterios de valoración objetivos, todo ejercicio de valoración conlleva un importante componente de subjetividad. En este escenario, la crisis que estamos padeciendo actualmente, da una nueva dimensión a la subjetividad propia de cualquier valoración.

Todo ello nos conduce a distinguir entre valor y precio, siendo el valor de una empresa una estimación, dentro de un rango razonable, del valor del patrimonio de la misma, de su situación, del método utilizado para determinar el valor, y de la situación coyuntural en el momento en que se realice la valoración. Es decir, el valor no es un hecho absoluto, sino que debido a su subjetividad, se podría considerar como una opinión y consiguientemente, que el valor de una empresa, calculado a través de la aplicación de un método, puede diferir del precio que esté dispuesto a pagar un potencial comprador y del que esté dispuesto a aceptar el vendedor, al incidir en los mismos, de manera determinante, factores estratégicos, financieros y de otra índole, desconocidos en la mayor parte de los casos por el valorador y que, aun cuando fuesen conocidos, podrían no ser susceptibles de valoración objetiva.

Como decía Antonio Machado, “solo los necios confunden valor y precio”.

Pero cuáles son los métodos de valoración comúnmente más utilizados y cómo ha afectado la crisis a su objetividad.

El consenso del mercado distingue principalmente entre dos grupos de métodos de valoración: Los criterios estáticos y los criterios dinámicos. Los primeros son los que intentan determinar el valor de una empresa en un momento dado (aquí distinguimos el valor contable o de liquidación o los más utilizados como la valoración por múltiplos comparables tanto de transacciones similares como de empresas cotizadas comparables).

Los segundos, los dinámicos, analizan la empresa como un ente en funcionamiento y por ende es el que mejor muestra cuáles son los motores del valor de la Compañía.  Dentro de este grupo de métodos de valoración sobresale el descuento de flujos de caja libres.

En el escenario actual de impasse económico, los métodos estáticos pierden objetividad, ya que realizan la valoración en el peor momento posible, con el riesgo conocido de la caducidad de la crisis, puesto que no va a ser eterna. Por ejemplo, en el método de valoración de múltiplos comparables, es difícil elegir los múltiplos a emplear, ya que en 24 meses, la foto ha cambiado completamente, por lo que apenas existe información relevante para utilizar en la valoración. Por tanto, en tiempos de crisis como los que actualmente nos toca vivir, el método de descuentos de flujos de caja libres puede ser el más apropiado, aunque siga teniendo grandes incertidumbres; siendo la principal de ellas el cálculo del valor residual, que puede suponer hasta un 70% del valor final de la empresa. Otra gran incógnita a resolver en este método es la tasa de descuento aplicada, que lleva aparejada una gran sensibilidad a los cambios por pequeños que éstos sean, variaciones en 50 puntos básicos puede cambiar el resultado de la valoración en un porcentaje elevadísimo. A todas estas incertidumbres se debe de añadir la nada despreciable prima de riesgo que hay que aplicar en estos tiempos.

Tras señalar las desventajas y riesgos de utilizar el método de descuento de flujos de caja libres, tenemos que romper una lanza a su favor, ya que la aplicación de este método puede favorecer la puesta en marcha de planes de financiación, tan complicada de conseguir en esta época.

Para corregir algunos de los problemas que puede tener este método, no debemos olvidar que en tiempos de crisis es fundamental ampliar el horizonte temporal, y tener en cuenta más que nunca las expectativas económicas del sector, la estructura de costes de la empresa y la flexibilidad de la misma.

Como conclusión podemos afirmar que en el escenario actual, de cambio y variación constante, los métodos dinámicos demuestran ser más apropiados, ya que permiten conocer de una manera más exacta y precisa el valor de una empresa, aún con el riesgo de tener en cuenta hipótesis que puede que no se cumplan finalmente. En cambio los métodos estáticos ofrecen mayor fiabilidad en cuanto a los parámetros empleados, especialmente en el caso del método de múltiplos, ya que no intervienen hipótesis a futuro, sino el valor a fecha del análisis, pero a cambio dan una valoración menos precisa, por la misma naturaleza cambiante y evolutiva del mercado y la economía. Coloquialmente podríamos decir que los métodos estáticos ofrecen una fotografía de la empresa en primer plano, mientras que los métodos dinámicos ofrecen una fotografía de plano general.

Con la crisis no cambian las teorías ni las metodologías, sino las circunstancias, las percepciones y los parámetros. En este método, los aspectos fundamentales son la viabilidad de la empresa y las hipótesis sobre resultados futuros. No cambian los fundamentos ni los métodos más extendidos, sino la forma de aplicarlos, donde la subjetividad del momento actual juega un papel determinante.

A grandes líneas podríamos afirmar que los métodos analíticos empleados para valorar una empresa son los mismos en tiempos de bonanza que en tiempos de crisis, pero poniendo mayor énfasis en la rigurosidad y seriedad con que aplicamos los conceptos de análisis.