Hoteles en pistas de esquí

En teoría, son hoteles para esquiadores, pero viendo los servicios que ofrecen (masajes, baños burbujeantes, barra libre de chocolate con churros, restaurantes de todo tipo y hasta champañerías), se diría que han sido concebidos para quienes prefieren quedarse mirando cómo nieva por los ventanales de un spa mientras otros hacen cola en los remontes. Sea cual sea nuestra elección y llevemos o no el equipo para esquiar, está claro que en cualquiera de estos hoteles encontraremos el descanso perfecto tras un día en las pistas.

Rafaelhoteles by la Pleta (Baqueira Beret, Lleida)

Este es uno de los pocos hoteles de España que ofrecen la posibilidad de hacer heliski. Pero a decir verdad, cuando llegamos y vemos lo que hay dentro de Rafaelhoteles by La Pleta, lo último que pensamos es en irnos volando a ninguna parte. Hay habitaciones de hasta 70 metros cuadrados con almohadones de pluma de oca, edredones nórdicos y suelo radiante. La decoración es ecléctica, e incluye desde motivos dieciochescos hasta otros de aire afro.

Entre sus instalaciones encontramos un spa para sacudirnos el estrés con tratamientos a base de plantas y frutos del Val d’Aran. Hay un restaurante gastronómico (Del Gel al Foc), un japonés (La Pleta Sushi Restaurant) y un Cigar Bar para paladear whiskies y brandies de todo el mundo al calor de la chimenea… En fin, que el telesilla está a 400 metros, pero es como si estuviera a 400 kilómetros.

Rafael Hoteles by La Pleta en Baqueira Beret.

Sport Hotel Hermitage & Spa (Grandvalira, Andorra)

Esquiar con guía, alquilar motos y raquetas de nieve, sobrevolar las montañas en helicóptero… Menos hacer que nieve en verano, cualquier deseo nos será concedido si nos alojamos en el Sport Hotel Hermitage. No es el cielo, pero le falta poco, porque está a 1.850 metros de altura, rodeado de bosques y de los 210 kilómetros de pistas de Grandvalira, la estación más grande del Pirineo y una de las mayores de Europa.

La protagonista de este cinco estrellas es el Sport Wellness Mountain, un spa de cinco plantas y 4.500 metros cuadrados donde podemos relajarnos con sus tratamientos y contemplar el paisaje nevado tras las paredes acristaladas o (si miramos dentro) las esculturas, cuadros y serigrafías de Domènec Fita. La oferta gastronómica, con cinco restaurantes, está a la misma altura, o sea, rozando el cielo.

Sport Hotel Hermitage & Spa en Grandvalira.

Vincci Rumaykiyya (Sierra Nevada, Granada)

Tras arder El Lodge, que era el rey indiscutible de Sierra Nevada, el trono lo ha ocupado el Vincci Rumaykiyya, una mansión de aire alpino, con mucho alero y viga de madera, que presume de ser uno de los hoteles más altos de Europa (2.400 metros) y de tener acceso directo a pistas y un telesilla en la misma puerta. Aquí no es que apetezca esquiar, es que no queda otra.

Además de unas vistas que sobrecogen, tiene unos servicios acordes con sus cinco estrellas: transporte gratuito a y desde Pradollano, alquiler de equipos y compra de forfaits desde el propio hotel, restaurante, garaje, club infantil, atención médica, peluquería… En cuanto al nombre decir que Rumaykiyya fue la esclava a la que Al-Mutamid convirtió en reina. Ahora, otra Rumaykiyya vuelve a reinar.

Vincci Rumaykiyya en Sierra Nevada.

Tierra de Biescas (Huesca)

Si queremos ir a esquiar unos días a Panticosa y otros a Formigal, la base ideal es el hotel Tierra de Biescas, que dista 15 y 23 kilómetros de una y otra estación. También es buen lugar para los que huyen de lo típico, porque ni su moderna arquitectura (pródiga en cerramientos acristalados y maderas tratadas) ni sus interiores luminosos y minimalistas, caldeados por una chimenea de doble cara, recuerdan a ninguna otra construcción del valle de Tena. Tiene sauna, piscina climatizada y habitaciones con vistas a las montañas. Para reponer fuerzas, existen dos comedores con diferentes propuestas: el restaurante San Pelay (cocina de autor) y la sidrería Arratiecho (carnes a la brasa). Otro argumento a favor de este hotel son sus tarifas contenidas (para ser un cuatro estrellas) que permiten, sin arruinarnos, darnos caprichos como la suite, con cama king size y bañera de hidromasaje bajo un lucernario.

Tierra de Biescas entre Panticosa y Formigal.

Hotel Palomé (Vallnord, Andorra)

A la orilla del río Pollós, alejado lo suficiente del bullicio de Arinsal, se halla el hotel Palomé, que por fuera se viste de piedra y madera, como es tradición en la zona, pero de puertas adentro luce un flamante diseño urbano, con materiales como la piel, el acero o el hormigón desnudo. Nada que ver, ciertamente, con los muebles de pino de los apartamentos a pie de pista. Todo el mundo habla maravillas de este pequeño hotel de cuatro estrellas, del perfume que se respira al entrar y del trato del personal. Se agradece que el minibar sea gratuito y no digamos el aparcamiento, porque Andorra es el país de los Pirineos, sí, pero también de los parquímetros. Es un hotel muy de parejas, con bar de ambiente chill-out, chimenea y restaurante para cenar tranquilos. Parejas de esquiadores, claro, porque fuera está la estación Vallnord, la segunda mayor de Andorra, con 93 kilómetros de pistas.

Hotel Palomé en Vallnord.

Santa Cristina Petit Spa (Canfranc, Huesca)

No es nieve derretida lo que rezuman las piedras del hotel Santa Cristina Petit Spa, sino historia. Fueron aduana del Cuerpo de Carabineros a finales del siglo XIX (muy cerca está el puerto de Somport) y testigos de la visita de Alfonso XIII a la inauguración del ferrocarril de Canfranc. Eso, por no hablar de las generaciones de peregrinos que han pasado por delante de ellas, siguiendo el Camino Aragonés. Y de los esquiadores que frecuentan el lugar desde que es hotel (1991), aprovechando que está a cinco minutos de Candanchú y a poco más de Astún. Más recientemente, ha sido reformado en clave contemporánea por el arquitecto Ignacio Arzubialde y el artista e interiorista Vicente García Plana y ha ganado nuevos espacios: el Petit Spa, con piscina climatizada; el restaurante El Boj, de cocina creativa, y la magnífica terraza, con una vista del valle del río Aragón que hipnotiza.

Santa Cristina Petit Spa en Canfranc.

Val de Neu (Baqueira Beret, Lleida)

Lo que diferencia a un hotel de gran lujo como el Val de Neu de un cinco estrellas no son tanto los caprichos caros. Por ejemplo, que haya zumo fresco y frutas en la recepción y barra libre de chocolate con churros por la tarde o juguetes para que los niños o un restaurante pensado para ellos, aparte de los tres que tienen sus padres para elegir: El Bosque, La Fondue y el Bistró. Todo es grande aquí, desde las habitaciones hasta el salón con chimenea central exenta, ni en los palacios de los reyes vikingos había un fuego así. Y cómodo, como los guardaesquíes que se abren con la tarjeta de la habitación en la estación de telecabina, que está al lado del hotel. Dos lugares que envician: el spa con jacuzzi exterior para bañarse rodeado de nieve y la Champagne Terrace para tomar ostras, caviar y jamón ibérico con champán.

Val de Neu en Baqueira Beret.

HG Cerler (Huesca)

Al lado de Cerler, que es un viejo y encantador pueblecito de piedra y pizarra, cualquier construcción nueva desentona. Cualquiera, menos el hotel HG Cerler, que utiliza esos mismos materiales para mimetizarse con este paisaje grandioso, donde se alzan el 80 por ciento de los picos de más de 3.000 metros que hay en la península Ibérica (incluido el Aneto, que con 3.404, es el techo del Pirineo) y relumbra la mitad de los glaciares que aún no se han derretido. Para admirar este cuadro inmenso de montañas, el hotel dispone de una fachada acristalada, tras la cual es casi obligado sentarse a descansar y tomar algo caliente después de recorrer los 79 kilómetros de pistas de la estación. Tampoco se está nada mal en la zona relax del spa, contemplando el mismo panorama.

Hotel HG Cerler en Cerler.