Lo nuevos espacios y ambientes donde desarrollarse y sustentar un networking de calidad que impulse su experiencia profesional y vital.
Son muchas las preguntas que nos acechan hoy en día sobre el futuro del sector, así como sobre la nueva forma de vivir impuesta por la pandemia. En España, las actividades inmobiliarias suponen en torno a un 10% sobre el PIB. ¿Cómo está afectando el covid-19 en un sector de referencia y hacia dónde evoluciona?
El mercado residencial muestra un cambio en las prioridades del usuario y su adaptación a una nueva forma de vida. El confinamiento sufrido durante el Estado de Alarma y el teletrabajo obligado, ha puesto de manifiesto la necesidad de materializar espacios de trabajo en la vivienda (a ser posible aislados de los demás cohabitantes) y de aumentar y optimizar las estancias: los compradores buscan viviendas con más luz, más superficie, espacio exterior y mejor conexión con la red e instalaciones de domótica.
Si en la época pre-covid un gran número de usuarios buscaban ubicaciones céntricas derivadas del deseo de cercanía a servicios y ocio, en la época post covid, con el ocio restringido y duramente golpeado, la prioridad del “location” puede verse relegada a otro plano. De hecho, se vislumbra una mayor predisposición al traslado desde las grandes urbes a pequeñas ciudades y pueblos periféricos o zonas rurales, donde conseguir espacios más amplios y exteriores es más asequible.
En cuanto al modelo concreto de alquiler, desafortunadamente, mientras existan restricciones de movilidad entre zonas y países afectas al turismo, es probable que parte de los alquileres vacacionales se conviertan, al menos temporalmente, en alquiler residencial, incrementando la oferta para el arrendatario. Además, se materializan las clausulas covid para facilitar la resolución de contratos, proporcionando así una mayor flexibilidad al arrendatario.
Pero lo que es un hecho es que la incertidumbre incita a la flexibilidad y a la rápida adaptación al cambio. Esta flexibilidad, cada vez más demandada por las nuevas generaciones y los estilos de vida menos tradicionales, es la tendencia. Una tendencia que ya había nacido como necesidad de un entorno cada vez más dinámico y que se ve acentuada aún más por los nuevos escenarios que vivimos.
El modelo de co-living ya abogaba por esta flexibilidad, enfocada a un perfil alternativo y superviviente a la crisis que quiere una solución completa y la quiere ya: aquellos que se dedican no al turismo vacacional sino a lo que podríamos llamar “turismo laboral”, profesionales jóvenes con ansias de conocer y experimentar una ciudad ligada a una etapa laboral limitada en el tiempo. Un perfil familiarizado con el smart working, que incluso puede decidir si hoy trabaja en la oficina de una ciudad o en el entorno de networking de su interés, y qué ciudad decidirá conocer los próximos meses. Un perfil que busca nuevos espacios y ambientes donde desarrollarse y sustentar un networking de calidad que impulse su experiencia profesional y vital.
Pero este modelo “cero attatchment”, propulsado por la nueva mentalidad social de las generaciones más jóvenes, también ofrece una solución sin ataduras ante periodos de incertidumbre que puede convertir a usuarios tradicionales en seguidores de este modelo.
Además, la intensa digitalización de este modelo hace de esta solución una mucho más tentadora a la hora de tomar la decisión: se evitan trámites y gestiones, visitas, entrevistas, desplazamientos y por ende, se optimiza el tiempo.