El estrés está íntimamente relacionado con nuestro pensamiento: con lo que pensamos acerca de las cosas, con las creencias que vamos elaborando a lo largo de nuestra vida y con la visión y valoración que hacemos de nosotros mismos. Con todo eso creamos nuestra realidad; realidad que puede ser amenazante o pacífica.
Se calcula que podemos tener hasta 60.000 pensamientos a lo largo del día. En una persona estresada los pensamientos suelen ser negativos y pesimistas, ya sea respecto a sí mismo, a los demás o a las situaciones. ¿Te sientes identificado? Si no es así, seguro que puedes imaginar cómo se sentirá una persona en esas circunstancias a lo largo del día. Al final, nos encontramos inmersos en un mundo mental de pensamientos distorsionados que no nos dejan valorar nuestro entorno con claridad y objetividad, y lo peor es que acabamos haciéndolos ciertos, dándoles plena credibilidad.
No proponemos trabajar para tener la mente en blanco porque ES IMPOSIBLE. No podemos evitar pensar, pero podemos gestionar nuestros pensamientos de otra manera, lo que hará que nuestro estrés sea más manejable.
¿Cómo podemos propiciar el cambio? Para empezar, es interesante reflexionar sobre nuestros patrones de pensamiento y si éstos acaban provocando en nosotros distrés. Pregúntate lo siguiente: ¿Suelo tener pensamientos que me hacen sufrir? Cuando me sucede algo, ¿dónde suelo poner el foco de mi atención? ¿Me descubro dándole vueltas y vueltas a varios pensamientos redundantes, sin poder pararlos? ¿Soy consciente de cuántas cosas pretendo atender y resolver? Quizás, el atender al lenguaje que empleas te ayude a responder esas preguntas: ¿Cómo te hablas y cómo hablas de lo que sucede a tu alrededor? A veces es más fácil cazar nuestros pensamientos cuando los expresamos en palabras.
A partir de aquí, podemos empezar a entrenarnos para cambiar nuestra estructura de pensamiento, y para ello podemos utilizar técnicas que conlleven una discusión activa de nuestros propios pensamientos, reestructuración cognitiva o bien técnicas que partiendo de la aceptación de esos pensamientos (no los discuto, no los bloqueo ni los niego) me ayuden a desarrollar competencias que me faciliten el distanciarme y desengancharme de ellos prestando atención a aquello que quiero y me es útil, técnicas como la Atención Plena, más conocida por Mindfulness.
Ya hay muchas empresas que han comprendido y constatado que poner en marcha en este tipo de formaciones o aulas de entrenamiento tiene una contrapartida positiva innegable, pasamos de tener empleados distraídos, poco concentrados e irritados a tener colaboradores atentos y serenos, capaces de hacer una interpretación más certera de la realidad. Es evidente que esto se traduce en mejora del clima laboral y en resultados económicos.
La inversión con más retorno es aquella que hacemos en salud y bienestar.
Carmen Castro Torres
Socia-Directora de ZENWorking
Experta en técnicas de gestión del estrés y trastornos del sueño
www.zenworking.es/info@zenworking.es