¿Por qué dormimos? ¿Te has hecho alguna vez esta pregunta?

Nos pasamos casi media vida durmiendo, esto en el mejor de los casos, o lamentablemente, mal durmiendo, en muchos otros. Lo hacemos casi mecánicamente y no somos conscientes de los que hay detrás del acto de meternos en la cama cada día y de la repercusión que tiene para nosotros al día siguiente y en los sucesivos. Quizá eres de esas personas que lo consideran una pérdida de tiempo porque te parece improductivo y habitualmente prefieres ganarle tiempo al día extendiendo tus horas de trabajo hasta bien entrada la noche o, temprano, de madrugada, robándole horas al sueño.

Probablemente desconozcas lo perjudicial de estas prácticas y espero convencerte, en estas pocas líneas de lo productivo que es hacer los cambios necesarios para dar calidad a tu sueño. Si te dijeran que hay un producto con el que puedes conseguir sentirte con energía a lo largo del día, tener una mayor atención y concentración, ser más creativo/a, mejorar tu memoria tanto de largo plazo como la de trabajo, e incluso, que mejore tu humor, ¿Lo comprarías? Estoy convencida de que mucha gente invertiría tiempo en encontrarlo y dinero en comprarlo. Pues bien, este producto es un sueño de calidad.

El sueño ha sido hasta no hace mucho un gran desconocido para la ciencia, un gran misterio biológico cuyos fundamentos y funciones no hemos empezado a conocer hasta mediados del siglo pasado gracias a un científico, Nathaniel Kleitmen quien en su laboratorio de Chicago, hizo descubrimientos tan importantes como las fases del SUEÑO REM Y NO REM. A día de hoy, y con la ventaja que nos da la tecnología pues nos permite ver en tiempo real lo que sucede en nuestro cerebro y nuestro cuerpo cuando dormimos, tenemos un amplio conocimiento (aunque queda mucho aún por descubrir) sobre su impacto y trascendencia, de tal manera que podemos asegurar que es fundamental para el equilibro físico, mental y emocional.

Podemos afirmar que cuanto menos dormimos más corta será nuestra vida, eso para empezar, y que la OMS considera la pérdida de sueño en las naciones industrializadas como una epidemia. Sin embargo hay un desinterés social generalizado por paliar esta situación que se une al desinterés de las autoridades sanitarias por solucionarlo o minimizarlo. La alternativa parece ser únicamente la farmacológica, que a medio-largo plazo, se convierte más en un problema que en una solución, si bien, y dicho sea de paso, supone un gran negocio para las farmacéuticas.

Dicho esto, volvamos a la pregunta de inicio, ¿por qué y para qué dormimos? El sueño es un proceso fisiológico que ayuda a nuestro cuerpo y nuestra mente a recuperarse del desgaste diario para poder afrontar la actividad del día siguiente con energía y con todo nuestro potencial.

El sueño condiciona muchas de nuestras capacidades, como la de aprendizaje, recuerdas esa vieja frase de “lección dormida, lección aprendida”, pues la ciencia ha demostrado que es absolutamente cierta, lo que has estudiado o aprendido durante el día no se consolida adecuadamente, si no tienes un buen sueño; en cuanto  a la memoria de largo plazo y de trabajo, cuando no dormimos bien los recuerdos no se archivan ni se ordenan en nuestro almacén cortical y eso provoca o la pérdida de información o que nos cueste mucho recuperarla para su uso; la toma de decisiones es otro de los procesos cognitivos afectados pues el sueño de baja calidad debilita la parte prefrontal de nuestro cerebro que es la encargada de realizar este trabajo, derivado de esto, indecisión y falta de motivación para la acción; desequilibrio emocional e irritabilidad, precisamente porque la zona prefrontal de nuestro cerebro se debilita, pierde la conexión con la amígdala (centro emocional de nuestro cerebro), y su capacidad de inhibir reacciones desproporcionadas, lo que puede afectar a nuestro entorno social y laboral.

Además, el sueño nos ayuda a recargar nuestro sistema inmunitario, disminuye la presión arterial favoreciendo la salud de nuestro corazón, equilibra el estado metabólico de nuestro cuerpo, los niveles de insulina y glucosa en sangre y mantiene la salud de nuestra microbiota intestinal. ¡Todo un PACK nada despreciable! Es difícil imaginar un recurso que pueda procurarnos tantos beneficios y que sea tan poco reconocido y cuidado.

Por esos beneficios que nos aporta, y porque sí que está en nuestra mano conseguir cambios que mejoren la calidad de nuestro sueño te ánimo a invertir en ello porque vas a obtener un importante retorno.

Y para empezar a invertir ¡cambia el chip! y considera al sueño como tu gran aliado y regálate todas las noches entre 7 u 8 horas de sueño que son las necesarias para que pueda cumplir su función porque al día siguiente lo ganarás en productividad y, a corto o medio plazo, en salud.  Si piensas que tú con menos horas estás en plena forma, seguro que no has tenido la oportunidad de comprobar cómo sería tu rendimiento si realmente durmieras el tiempo recomendado y necesario. ¡Anímate a probarlo!

Recuerda que, si estás decidida/o a hacerlo puedes encontrar profesionales expertos en sueño que te asesoren y te acompañen en un programa de recuperación personalizado que, sin duda, te dará buenos resultados.